Las manchas rojas le llenaban la camiseta, goteaban hasta el suelo. Solo se escuchaba el ronroneo de una radio en el fondo de la sala, todo lo demás era silencio. Cogió la servilleta y se limpió de la boca el resto de salsa barbacoa que le quedaba, después examinó las fotografías de las pistas que tenía al lado de la hamburguesa. Era tan sencillo mirado así, la risa le llenó los labios.
Las gotas de sangre caían de sus manos frías, ¡ploc! ¡plic! ¡ploc!, se derramaba por el suelo formando un charco cada vez más grande. Una escena inmóvil, dos cuerpos mirándose, un cigarro a medio consumir. Los ojos abiertos, fríos, miraron el espejo y luego las manos, por fin lo había matado, ¿de verdad lo había hecho él?